Valoración del impacto de la comorbilidad en la EPOC
La valoración de la comorbilidad acompañante en un paciente con EPOC es necesaria por las implicaciones que tiene en su evolución clínica y mortalidad de la enfermedad.
El índice de Charlson permite cuantificar la morbilidad de un modo objetivo y así poder establecer comparaciones entre diferentes estudios10,11.
La creación del índice de Charlson en un principio se basó en un estudio prospectivo de 559 pacientes que correlacionaba la mortalidad a un año con la comorbilidad. Dependiendo de la causa de mortalidad se dio una puntuación a cada enfermedad crónica presente y se ajustó por la edad. Al sumar las puntuaciones, el resultado era un índice que tenía una correlación con la mortalidad (tabla 3). No obstante, no contempla patologías frecuentes en la EPOC como anemia, miopatía e índice de masa corporal disminuido.

En 2012, un grupo de trabajo propone un índice que considera la comorbilidad asociada a la EPOC en relación con la supervivencia de los pacientes y que denomina índice COTE (Comorbidity Test)12. Su valoración se obtiene sumando la puntuación asignada a las enfermedades que presente el paciente; si es mayor o igual a 4, se asocia con un aumento de 2,3 veces el riesgo de muerte. En la siguiente tabla se muestran las patologías y el peso de las mismas12.

Almagro y colaboradores publicaron en 2014 el índice CODEX, un nuevo índice que calcula la probabilidad de fallecimiento y de reingreso a los 3 y 12 meses de alta hospitalaria tras una exacerbación.
Para su desarrollo se utilizó una cohorte de pacientes hospitalizados por exacerbación de EPOC en 70 servicios de medicina interna españoles13. Las variables utilizadas en el cálculo del índice CODEX son: la comorbilidad valorada por el índice de Charlson, la obstrucción al flujo aéreo (FEV1%, flujo espirado forzado en el primer segundo), el grado de disnea según la escala mMRC (Escala de disnea modificada del Medical Research Council) y el número de exacerbaciones en el año previo que necesitaron hospitalización o visita al servicio de urgencias, como se muestra en la tabla número 5.
Con el resultado obtenido podemos valorar la gravedad de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica que padece el paciente, lo cual nos ayuda a tomar decisiones en cuanto a la intensidad de las medidas terapéuticas.

Consideraciones de tratamiento para la EPOC y las comorbilidades más frecuentes
Los pacientes con EPOC suelen tener asociado con mayor frecuencia que la población general una o más enfermedades crónicas que hacen valorar la posibilidad de interacciones y reacciones adversas medicamentosas.
En la insuficiencia cardiaca y cardiopatía isquémica, los betabloqueantes cardioselectivos (bisoprolol, metoprolol, nebivolol, atenolol) pueden ser empleados cuando estén indicados, mientras los no cardioselectivos (carteolol, carvedilol, labetalol, propranolol, sotalol, timolol) están contraindicados, incluso aquellos usados en colirios para el glaucoma.
La hipertensión arterial, comorbilidad más frecuente, sigue el mismo manejo que la población general, pero teniendo en cuenta la aclaración referida a los betabloqueantes no cardioselectivos.
La arritmia más frecuente en la EPOC es la fibrilación auricular. Para el control de la frecuencia podemos usar diltiazem, verapamilo y betabloqueantes cardioselectivos, y por otro lado, deben evitarse los betabloqueantes no cardioselectivos y los antiarrítmicos propafenona y adenosina.
En cuanto a los fármacos psicotrópicos siempre tener en cuenta el riesgo de deprimir el centro respiratorio con las benzodiazepinas de acción intermedia larga (bromazepam, diazepam, ketazolam, flurazepam, clorazepato de dipotasio). En caso de ser necesarias, valorar el uso de las de acción corta intermedia (alprazolam, lorazepam, lormetazepam, midazolam).
Otro grupo de fármacos que pueden tener la misma repercusión que las benzodiazepinas de acción prolongada son los analgésicos opioides. El tramadol se considera el de perfil más seguro. No obstante, podemos usar la morfina para el control de síntomas, principalmente la disnea, en los pacientes en fase terminal.
Por último, los suplementos de calcio con o sin vitamina D, así como los bifosfonatos, pueden estar indicados en el caso de uso de corticoides orales de forma prolongada, dada la mayor prevalencia de osteoporosis en estos pacientes.
Conclusiones
En el paciente con EPOC, la multimorbilidad es un hecho que debemos contemplar dado que presenta una prevalencia mayor que la población general de determinadas patologías. Estas patologías deben ser descartadas (tabla 6), así como otros factores somáticos y sociales. Todo ello tiene una repercusión en la presentación, evolución y supervivencia de la enfermedad.

Contamos con herramientas como el índice CODEX que nos proporciona la probabilidad de reingreso y exacerbación a los 3 y 12 meses, y con ello podemos valorar la intensidad de las medidas terapéuticas según la etapa de la enfermedad en que se encuentre el paciente.
La atención de la EPOC supone un reto desde un punto de vista clínico, social y comunitario, ya que para obtener un resultado final positivo debe ser multidisciplinar.
Debemos valorar las posibles interacciones y reacciones adversas medicamentosas en el momento de realizar una nueva prescripción, y conciliar los tratamientos para garantizar la seguridad del paciente.